Ángel Álvarez Curto: cuando la conciencia impide el olvido


Ángel Álvarez Curto fue uno de los tres alcalaínos documentados que sufrieron los horrores de los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial. 

El final de la Guerra Civil Española supuso el exilio de decenas de miles de españoles, mayoritariamente a Francia. Allí les sorprendió la Segunda Guerra Mundial y tuvieron que sufrir, nuevamente, un conflicto sangriento. Muchos de ellos, más de 9.000 según los datos de la deportación republicana española de la asociación Amical de Mauthausen, fueron internados en campos de concentración.

Cuatro alcalaínos, de los que se tenga constancia, compartieron aquel infierno entre alambradas y comprobaron personalmente los horrores del nazismo. Uno de ellos fue Ángel Álvarez Curto.

Una imagen de Ángel tomada durante la Guerra Civil

Nacido en Alcalá de Henares el 1 de marzo de 1916, era hijo de ferroviario destinado en la estación complutense. Penúltimo de 10 hermanos, vivió en la ciudad su infancia hasta que, con 8 o 9 años, su padre fue destinado a Madrid, a la estación de Atocha.

Con 14 años su padre muere de neumonía, por lo que en 1930 ingresa en el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Madrid, donde logra estudiar hasta Bachillerato. Con 19 años, el 18 de agosto de 1935, sigue los pasos de su progenitor y comienza a trabajar como telegrafista en la compañía ferroviaria MZA, en la estación madrileña de Delicias.

La Guerra Civil estalla apenas un año después y, como miles de jóvenes, es llamado a filas del Ejército Republicano. Durante la contienda se integra en las Milicias Gallegas, Cuarto Batallón, Primera Brigada Mixta, combatiendo, entre otras, en las batallas de Guadalajara, Brunete, Guadarrama o del Ebro. Los duros combates le llevan al grado de teniente, pero también le pasan factura con varias heridas por todo el cuerpo.

Tras la derrota a manos de las tropas franquistas Ángel, con 23 años, tiene que huir a Francia por el paso de la Junquera. Como el resto de miles de republicanos que pasan al país vecino es internado en un campo, en su caso en Le Barcarès. Allí es reclutado en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), dependientes de unidades del ejército francés y creadas mediante un decreto en abril de 1939 para utilizar a los refugiados como mano de obra ante el inminente comienzo de la guerra en Europa.

Enrolado en una de estas CTE, Álvarez Curto es trasladado a Perpignan y más tarde al norte de Francia, cerca de las fortificaciones junto a la frontera con Alemania, la famosa Línea Maginot, donde participa en la construcción de conducciones de gasolina.

En mayo de 1940 el ejército alemán invade Francia más al norte de la Línea Maginot, por Las Ardenas. Ante el rápido avance alemán se produce la dispersión del ejército francés y también de las CTE.

Ángel, en la precipitada huida junto con sus compañeros, y en medio del caos, intentó subirse a un coche francés, del que fue expulsado. Lo volvió a intentar encaramándose a un tanque belga que se batía retirada. Lo logró y compartió el estrecho espacio con soldados coloniales senegaleses del ejército francés. En la retirada, junto a otros españoles, llegó hasta Toulouse.

Con la firma del armisticio entre Francia y Alemania, el 22 de junio de 1940, las CTE son disueltas y los republicanos son conducidos masivamente, de nuevo, a los campos de internamiento del sur de Francia. Álvarez Curto termina esta vez en el campo de Septfonds.

El nuevo gobierno francés de Vichy establece el alistamiento en los Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE), muy similares a las extinguidas CTE, y cuya finalidad es realizar trabajos forzados y disciplinarios. Ángel y su grupo es enviado a la región del Cantal (entre Toulouse y Lyon), en la denominada ‘zona libre francesa’ controlada por Vichy.

Poco después el grupo de trabajo de Álvarez Curto vuelve a ser de nuevo trasladado, en esta ocasión a la zona ocupada por los alemanes al norte del país, a Lorient (Bretaña). Allí es obligado a trabajar para la Organización Todt. En esa localidad se estaba construyendo desde 1941 la mayor base de submarinos alemanes de toda la costa atlántica, la base de Keroman.

Ángel, en sus memorias, cuenta que logró evadirse de las instalaciones en Lorient tras permanecer escondido dos días entre cadáveres.

Como fugitivo sobrevive en una Francia ocupada por los nazis trabajando en Nantes, Saint-Nazaire o Pontchateau. Sin embargo, la suerte vuelve a cambiar en mayo de 1944 cuando, al intentar regresar a España por tren, es detenido por los alemanes.

Es enviado a Burdeos, a la prisión de Fort du . Mientras, los aliados han desembarcado en Normandía el 6 de junio. El nerviosismo se apodera de los ocupantes alemanes, que aceleran desde Francia las deportaciones de detenidos hacia los campos de concentración situados más al este.

Ángel es obligado a subir a un tren junto a otros 317 republicanos. Las condiciones del transporte son inhumanas y más de la mitad muere en el viaje. Él logra sobrevivir y llega el 7 de julio al campo de Dachau, al noroeste de la localidad alemana de Múnich. Ingresa con el número de matrícula 78.112.

En 1944 el campo de Dachau llevaba abierto 11 años. Estaba gestionado directamente por las SS y en sus barracones había prisioneros de 30 países, entre ellos cientos de españoles. Ellos fueron de los últimos grupos nacionales que llegaron a Dachau, en donde encontraron la ayuda de muchos brigadistas internacionales que habían luchado en la Guerra Civil Española, y que también se encontraban allí recluidos.

Según los registros alemanes, confiscados tras la guerra por las tropas aliadas, al mes siguiente de su llegada a Dachau, el 25 de agosto, Álvarez Curto es trasladado a otro campo, el de Flossenbürg, a unos 200 kilómetros al sur, cerca de la frontera con Checoslovaquia. Allí es registrado con el número 20.378. Como mano de obra especializada, Ángel es muy útil en este campo y los sub campos de alrededor donde se trabaja para numerosas empresas alemanas.

Página 13, tomo 122 del libro de entradas del campo de Flossenbürg. Se puede leer en la matrícula número 20.378 «Span./Alverez Curto/Alcalá 1.3.16»

Permanece todo el invierno en Flossenbürg, comprobando como todo aquel que no es apto para trabajar es trasladado a los barracones 22 y 23, los barracones de la muerte de donde nunca más volvían. Esos meses fueron los más duros de toda la guerra en el campo. El frío, las palizas y el hambre hicieron estragos.

En la primavera de 1945 los avances de las tropas aliadas obligan a evacuar Flossenbürg. Ángel es trasladado de nuevo a Dachau el 23 de abril. Esos traslados de prisioneros son conocidos como las ‘marchas de la muerte’, puesto que los nazis no dudaban en ejecutar o dejarles morir a aquellos que no podían moverse por su estado.

Prisioneros en Flossenbürg, esperando el reparto del rancho

Mientras permanece en Dachau, Álvarez Curto es gravemente herido por un bombardeo aliado mientras trabajaba en la construcción de canalizaciones de agua para la empresa Zimmermann. Fue tratado en la enfermería del campo, según explica en sus memorias, gracias a la simpatía de los médicos hacia los españoles. Es allí donde permanece hasta la liberación del campo por parte de las tropas norteamericanas.

Ante el continuo avance aliado el comandante de Dachau y buena parte de sus oficiales de las SS huyeron, dejando el campo a cargo de un teniente. Éste lo entregó, el 29 de abril de 1945, a la 20ª División Blindada y a la 42ª División de Infantería del VII Ejército de los EE.UU.

Los españoles supervivientes, al igual que ocurrió en la liberación de otros campos, al no haber sido reclamados por sus países de origen fueron los últimos en abandonar los barracones. Ángel dejó definitivamente atrás Dachau el 5 de mayo.

Fue trasladado por las tropas norteamericanas a un hospital francés a orillas del lago Léman, junto a la frontera suiza. Allí se recuperó de sus heridas, de un principio de tuberculosis y de una inanición que le dejó en 37 kilos de peso cuando fue liberado.

Después de unos meses de convalecencia Ángel marchó a París, en donde se alojó en una residencia para españoles del gobierno francés, en la calle Marcelin Berthelot, al este de la ciudad, muy cerca de la estación de Metro de Croix de Chavaux. Encuentra trabajo en una empresa de carbones pero pocos días después es contratado por la fábrica de Renault, como obrero especializado en el almacén de piezas de recambio.

Durante toda la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial Ángel no había vuelto a ver a su madre, a sus hermanos o a su novia. El fallido intento de volver a España en 1944 le costó caro, pero siempre pensó en regresar.

En agosto de 1948, sabiendo que alguno de sus hermanos estaban en el País Vasco, vuelve a intentar regresar cruzando a nado en solitario el río Bidasoa a la altura de Hondarribia. En cuanto llega a la orilla es detenido por una pareja de la Guardia Civil y es trasladado a dependencias policiales a Bilbao.

En la capital vizcaína, con su familia en la calle esperando noticias, comprueban su identidad y antecedentes. Al no encontrarle ningún expediente político es puesto en libertad. A la salida es recibido por su novia, Inés, su hermana Carmen, su cuñado Víctor y su sobrina Mari Luz. Todos parten, felices, hacia Madrid, en donde Ángel e Inés se casan tres años después, en 1951.

En 1953 consigue que le readmitan de nuevo en su antigua profesión de ferroviario, entonces ya en la Renfe, la compañía estatal creada tras la nacionalización forzosa de las empresas del sector que había antes de la guerra. Sin embargo, no fue fácil. Hasta tres años después no recuperó sus derechos como el resto de trabajadores, incluido el de poder promocionar. Su pasado de combatiente en el bando republicano le vetaba cualquier ascenso por culpa de una ley, que fue finalmente derogada en 1956.

La pareja tuvo dos hijos, Ángel e Inés, y ya en 1982, estando destinado en la estación de Chamartín, Ángel Álvarez Curto se jubila. Entonces era el ferroviario con más antigüedad en Renfe y su despedida aún es recordada.

Su carácter le abrió muchos corazones y simpatías entre sus compañeros de trabajo por toda España, pero también entre desconocidos que pasaban por Chamartín. Según cuentan sus hijos, no reprimía su “espíritu quijotesco, era un idealista”. Su solidaridad le llevaba a ayudar a todo el mundo y, en alguna  ocasión, ofreció su casa como refugio a viajeros que habían perdido su tren o tenían algún problema.

Familiares de Álvarez Curto durante su visita al campo de Dachau en diciembre de 2016, en donde se colocó una placa en su memoria

Ángel falleció en Madrid el 24 de abril de 2002, con 86 años de edad. Dejó tras de sí numerosos escritos, “le gustaba mucho escribir” confirma su hijo. Precisamente en uno de ellos, recordando las penalidades sufridas en los campos de concentración, escribió “Mi conciencia impide el olvido”. Esa frase está grabada en una placa que descansa en la Sala del Memorial del campo de Dachau. Fue colocada por su familia el 27 de diciembre de 2016, en un viaje que sirvió para homenajear y para recordar lo que Ángel vivió. Él, Curto para los amigos, tras regresar a España, nunca más volvió a Francia, nunca volvió a Alemania.

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Texto: Ildefonso González, Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Alcalá de Henares.

Este artículo ha sido realizado dentro de la labor de investigación y difusión que realiza la ARMHADH.

No habría sido posible sin la documentación, amabilidad y recuerdos de la familia Álvarez Curto, así como de la asistencia de la asociación Amical de Mauthausen.

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